Perspectivas
Problemas de suministro
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Global Equity Observer
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noviembre 24, 2021
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Problemas de suministro |
No es la demanda, sino el suministro: hace dieciocho meses, la demanda de bienes y servicios se hundió a raíz de la pandemia de COVID-19. Numerosos países sufrieron las mayores contracciones del producto interior bruto jamás registradas.
Actualmente, con algunas excepciones (por ejemplo, el sector del turismo), la demanda de bienes y servicios en el mundo corporativo es más fuerte que nunca. Sin embargo, las compañías se están enfrentando a más retos operativos por las restricciones que registran las cadenas de suministro con motivo de la escasez de mano de obra, materias primas y componentes, así como la menor capacidad logística, aspectos todos ellos que presionan al alza los costes y restringen la disponibilidad de productos.
Actualmente, estamos observando algo inusual: revisiones de las previsiones de beneficios por falta de suministro, más que por una caída inesperada de la demanda.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? En pocas palabras, la COVID-19 se ha traducido en un viraje drástico, en un periodo relativamente corto, en los tipos de bienes y servicios que desean las personas. No es algo que resulte altamente sorprendente porque la manera en que vivimos y funcionamos, para la población en general, ha cambiado de manera radical. Las cadenas de suministro, que necesitan más tiempo para crecer, no encajan fácilmente este tipo de movimientos rápidos en la demanda.
Fijémonos en un ejemplo específico: la demanda de productos deportivos se ha disparado. En los últimos 18 meses, hemos asistido a una aceleración de una tendencia bastante consolidada, pues las personas han buscado mantenerse en forma y con buena salud de nuevas maneras a causa de la pandemia. La importancia de estar en forma y gozar de una buena salud ha pasado a ocupar un lugar central para numerosas personas.
Los fabricantes de productos deportivos se encuentran en gran medida en el sudeste asiático, concretamente, en Vietnam, Camboya y China. Vietnam es un país que nos recuerda claramente que la pandemia aún no ha terminado, casi dos años después de su comienzo. El confinamiento decretado por el gobierno de ese país se tradujo en cierres de fábricas, con las consiguientes semanas de producción perdida y numerosas semanas para volver a cobrar ritmo. El calzado deportivo y las prendas de vestir, que deben viajar por todo el mundo para llegar a los consumidores, han sufrido retrasos por la carencia de contenedores de transporte y capacidad portuaria, lo cual se ha traducido en que los bienes precisen dos veces más de tiempo para llegar a su destino. Se trata de un efecto derivado del desplome del transporte aéreo, que ha eliminado una proporción significativa de su capacidad, impulsando al alza los costes y animando a las empresas a virar al transporte marítimo. ¿El resultado? Se han perdido ventas, pues llegan a las tiendas menos calzado y prendas.
¿Cuál es la magnitud de este problema? Dado que todo el sector emplea producción externalizada, en gran medida, de los mismos proveedores, se trata de un problema de todo el sector, no de una compañía en concreto. En resumidas cuentas, todos los partícipes salen perdiendo. Los beneficios alcanzarán máximos, paradójicamente, porque en última instancia se venderán menos productos. Puede que esta circunstancia se compense en cierta medida por los precios netos, pues las existencias sin vender que descontar serán limitadas. Es un aspecto en torno al cual el sector se está esforzando para mejorar los márgenes brutos y el retorno sobre el capital. Por tanto, una ventaja de esta situación podría ser que se avanza hacia preparar a los consumidores para que no esperen descuentos. ¿Cuál es el riesgo? Que las personas gasten su dinero en otras cosas, es decir, que se produzcan giros en el consumo a otros ámbitos y que no regrese en su totalidad cuando se restablezca el suministro.
Las compañías más grandes, que suelen estar presentes en nuestras carteras globales, cuentan con la escala necesaria para capear la tormenta y seguir invirtiendo en sus plataformas digitales; sin embargo, las más pequeñas, que ya trataban de alcanzar a sus homólogas mayores, podrían quedar rezagadas en la carrera digital.
La prisa por no perder demanda también genera riesgos medioambientales, sociales y de gobierno. Existen controversias ampliamente documentadas relacionadas con las cadenas de suministro del sector de los productos deportivos; sus componentes deben tener cuidado de no introducir también la presión de aumentar la producción rápidamente, al tiempo que tratan de lograr un equilibrio con el bienestar de sus trabajadores. Este extremo podría ser una forma adecuada de medir los avances de una compañía a la hora de hacer de su personal una prioridad en su manera de llevar a cabo su actividad.
Naturalmente, aunque el de productos deportivos es una víctima reciente, el sector de los semiconductores puede que fuera la primera categoría en la que se produjo un desajuste claro entre suministro y demanda. En este sector, el aumento de la demanda como consecuencia de la COVID-19 (teletrabajo, educación desde casa, etc.) chocó contra un suministro a corto plazo relativamente fijo. Esta circunstancia ha supuesto efectos en cadena para numerosos segmentos de la economía, el más notorio, el estancamiento del sector del automóvil, que demuestra el papel dominante que la tecnología está asumiendo en la economía global. No existe una forma sencilla de superar la carencia de semiconductores, pues solo se puede abordar con capacidad de manufactura nueva. En este sentido, la compañía de fundición líder de Taiwán ha indicado que invertirá 100.000 millones de USD en los próximos tres años. Las carencias también han arrojado luz sobre lo estrecha y lo globalizada que se ha tornado la cadena de suministro de semiconductores, pues solo brinda capacidad un número reducido de grandes fabricantes de circuitos y equipos.
Las compañías con capacidad para fijar precios pueden repercutir la inflación de los costes a los clientes finales. La solidez de la demanda actual supone que numerosas compañías, incluso aquellas con una capacidad para fijar precios débil en términos históricos, confíen en poder repercutir los aumentos de los costes, minimizando de este modo el impacto en los beneficios. La diferencia tiene que ver con las que tienen una capacidad menor para fijar precios, pues podrían no consolidarse una vez se supere este periodo de menor suministro.
La capacidad para fijar precios es un atributo esencial que buscamos en las compañías en que invertimos en el marco de nuestras carteras globales. Así pues, aunque puede producirse cierta volatilidad a corto plazo en sus beneficios y rentabilidades, pensamos que el potencial de ganancias de estas compañías de mayor calidad debería ajustarse al alza una vez finalice esta fase y ampliarse la brecha entre las compañías de alta calidad y las de calidad baja.
Consideraciones sobre riesgos
No existe garantía de que una cartera vaya a alcanzar su objetivo de inversión. Las carteras están sujetas al riesgo de mercado, que es la posibilidad de que bajen los valores de mercado de los títulos que posee la cartera. Los valores de mercado pueden cambiar a diario por acontecimientos económicos y de otro tipo (por ejemplo, catástrofes naturales, crisis sanitarias, atentados terroristas, conflictos y disturbios) que afecten a mercados, países, compañías o gobiernos. Resulta difícil predecir el momento en que se producirán tales acontecimientos, así como su duración y sus posibles efectos adversos (por ejemplo, para la liquidez de las carteras). En consecuencia, su inversión en esta estrategia podrá comportar pérdidas. Tenga en cuenta que esta estrategia puede estar sujeta a determinados riesgos adicionales. Los cambios en la economía mundial, el consumo, la competencia, la evolución demográfica y las preferencias de los consumidores, la regulación pública y las condiciones económicas podrían afectar negativamente a compañías con negocios globales y tener un impacto desfavorable en la estrategia en mayor medida que si los activos de esta estuvieran invertidos en una variedad más amplia de compañías. En general, los valores de los títulos de renta variable también fluctúan en respuesta a actividades propias de una compañía. Las inversiones en mercados extranjeros comportan riesgos específicos como, por ejemplo, de divisa, políticos, económicos y de mercado. Las acciones de compañías de pequeña y mediana capitalización entrañan riesgos específicos, como una limitación de líneas de productos, mercados y recursos financieros y una volatilidad de mercado mayor que los títulos de compañías más grandes y consolidadas. Los riesgos de invertir en países de mercados emergentes son mayores que los riesgos asociados a inversiones en mercados desarrollados extranjeros. Los instrumentos derivados pueden incrementar las pérdidas de forma desproporcionada y tener un impacto significativo en la rentabilidad. También pueden estar sujetos a riesgos de contraparte, liquidez, valoración, correlación y de mercado. Los títulos ilíquidos pueden ser más difíciles de vender y de valorar que los que cotizan en mercados organizados (riesgo de liquidez). Las carteras no diversificadas a menudo invierten en un número más reducido de emisores. En consecuencia, los cambios en la situación financiera o el valor de mercado de un solo emisor pueden causar una mayor volatilidad. Las estrategias ESG que incorporan inversión de impacto y/o factores medioambientales, sociales y de gobierno (ESG) podrían provocar que la rentabilidad relativa de la inversión se desvíe de otras estrategias o índices de referencia generales del mercado, en función de que los sectores o las inversiones de que se trate gocen o no del favor del mercado. Por tanto, no se garantiza que las estrategias ESG vayan a traducirse en rentabilidades de inversión más favorables.
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Executive Director
International Equity Team
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